Síndrome de Intestino Irritable

El síndrome de intestino irritable (SII) es considerado un trastorno intestinal funcional, en el que la defecación se acompaña de molestia abdominal o dolor; además de alteraciones del hábito del movimiento intestinal.

Es uno de los síndromes que con mayor frecuencia se observan en gastroenterología y en la consulta del clínico. Su prevalencia es de 10 a 15 %. La ausencia de anormalidades morfológicas, histológicas, microbiológicas y bioquímicas es una característica fundamental, es por esto que se define como una enfermedad de tipo funcional.

Epidemiología

El síndrome de intestino irritable se presenta, fundamentalmente, entre los 15 y 65 años de edad; los pacientes suelen concurrir por primera vez al médico entre los 30 y 50 años. En algunos casos, los síntomas pueden ser de larga duración, incluso desde la infancia. La prevalencia es mayor en las mujeres, aunque este resultado no se presenta en todos los países, como por ejemplo la India. La prevalencia estimada en niños es similar a la de adultos. Hay una disminución de la frecuencia de notificaciones entre individuos de edad avanzada. Los síntomas típicos son comunes en las muestras de poblaciones “sanas”.

Diagnóstico

En la actualidad el diagnóstico de síndrome de intestino irritable es clínico, y no requiere de exámenes complementarios específicos, si el paciente cumple con los “criterios de Roma” y no presenta signos de alarma como: hematoquecia, anemia, pérdida de peso, fiebre, antecedente familiar de cáncer de colon, comienzo después de los 50 años y cambios importantes en los síntomas. Es necesario interrogar sobre los hábitos de evacuación y las características de las heces, para poder hacer la subclasificación del síndrome de intestino irritable. Un interrogatorio adecuado pone de manifiesto uno o varios factores desencadenantes. En ausencia de causas orgánicas detectables o demostrables, se le considera un trastorno funcional, definido por los “criterios de Roma”, los cuales figuran a continuación:

Criterios de Roma
Dolor abdominal recurrente o malestar, al menos de 3 días por mes en los últimos 3 meses, asociado con 3 o más de las características siguientes:
– Mejoría después de la defecación.
– Comienzo relacionado con un cambio en el aspecto de las heces.
– Comienzo relacionado con un cambio en la frecuencia de la evacuación intestinal.

Los criterios deben estar presentes en los últimos 3 meses, y el comienzo de los síntomas, por lo menos 6 meses antes del diagnóstico.

Subclasificación
Sobre la base del hábito intestinal predominante, el síndrome se ha clasificado en tres subgrupos, cada uno de los cuales abarca, aproximadamente, un tercio de todos los pacientes:
– Síndrome de intestino irritable con diarrea (más común en el hombre).
– Síndrome de intestino irritable con constipación (más común en la mujer).
– Síndrome de intestino irritable con hábito de defecación mixto.

Factores agravantes o desencadenantes
Los factores desencadenantes y agravantes conocidos hasta ahora son:
– Tensiones emocionales.
– Intolerancia a los alimentos, sobre todo a la lactosa, en caso de que estos sean ingeridos.
– Menstruación.
– Alergias alimentarias.
– Uso de algunos medicamentos (laxantes, preparados con hierro, etc.).
– Infecciones gastrointestinales.
– Poshisterectomía.
– Como reacción a enfermedades orgánicas.

Diagnóstico diferencial

El diagnóstico diferencial del síndrome de intestino irritable diarreico puede ser el esprue celíaco, la colitis microscópica y colagenosa y la enfermedad de Crohn atípica.

Los pacientes con síndrome de intestino irritable y constipación, se deben diferenciar de los pacientes con constipación crónica (sin dolor abdominal). Es útil conocer la relación entre los síntomas y la ingesta de alimentos, como posible desencadenante de los síntomas, por ejemplo la infección gastrointestinal; lo que puede ayudar al tratamiento.

Tratamiento

En general, la terapéutica sintomática alivia las manifestaciones leves, las que se pueden tratar bien con antidiarreicos o laxantes.

El tratamiento está dirigido a controlar individualmente cada síntoma (constipación, diarrea y dolor abdominal). Es muy útil aclararle al paciente que sus síntomas son considerados reales, y a un tiempo brindarle una explicación fisiopatológica de estos.
El tratamiento descansa en cinco pilares:
– Educación al paciente.
– Dieta.
– Psicoterapia.
– Medicamentos.
– Combatir los factores desencadenantes y agravantes.

1.- Educación al paciente: Es necesario que el paciente sepa que su enfermedad es funcional; que sus síntomas son reales, pero no tienen una base orgánica; que esta enfermedad requiere atención médica y que, a pesar de las molestias que ocasiona, no tiene complicaciones no evoluciona en cáncer y no acorta la vida del paciente. También es necesaria una buena relación médico-paciente. El médico debe estar consciente que este paciente sufre igual que aquel con una lesión orgánica, y que necesita de los conocimientos del profesional y su asistencia para lograr alivio.

2.- Dieta: Se recomienda, en general, una dieta baja en grasa y alta en fibra vegetal; no abusar del té, el café, el picante, etc., sobre todo en las fases sintomáticas. En cuanto a la leche y sus derivados, se trata individualmente, aunque, en general, toleran mejor el yogur. El consumo de la fibra (frutas, salvado de trigo, etc.) también es individual, aunque mejoran los constipados.

3.- Psicoterapia: Hay pacientes que solo necesitan del apoyo de su médico de asistencia, pero, en ocasiones, hay que acudir al psiquiatra, aunque esto no significa que su médico de asistencia lo abandone. Ellos deben ser atendidos, en última instancia, por ambos profesionales.

4.- Tratamiento medicamentoso: Se debe combatir los factores desencadenantes y agravantes escritos. No existe un tratamiento medicamentoso específico, solo sintomático, que incluye medicamentos de los siguientes grupos: sedantes, antiespasmódicos, moduladores del calcio, antidepresivos tricíclicos y otros como procinéticos.

Otros Tratamientos:
Entre los pacientes con síndrome de intestino irritable con constipación, la cepa probiótica Bifidobacterium lactis DN-173 010 ha demostrado acelerar el tránsito gastrointestinal y aumentar la frecuencia de las deposiciones.

Aparte de los enfoques generales descritos para guiar la conducta de la relación médicopaciente en el síndrome de intestino irritable, se pueden contemplar intervenciones psicológicas más formales en ciertas circunstancias, lo que depende de la disponibilidad de recursos y pericia apropiados. El tratamiento puede incluir:
– Terapia cognitivo/conductual, en grupo, o sesiones individuales.
– Técnicas comportamentales que buscan modificar las conductas disfuncionales, por medio de: técnicas de relajación, manejo de contingencias (recompensando el comportamiento saludable) y entrenamiento de reafirmación.

– Hipnosis.